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ilustración original para tapa y contratapa de El camino del monte |
El camino del monte fue mi sexto libro como autor e ilustrador y el segundo de cuantos he publicado en mi país natal donde no solo el texto ha salido de mis manos. Era entonces mi más ambicioso proyecto en este campo, pero ciertas intervenciones en el diseño, y la impresión con tintas y papel de escasa calidad, hicieron que su edición me causara una dolorosa decepción.
Que mi anterior trabajo de ilustración publicado en Cuba tuviera el mismo protagonista y similitudes en tema y ambiente es casual, pues entre ambos títulos había ilustrado otros cuatro para editoriales de España, Francia y Colombia. Por otra parte, si La leyenda de taita Osongo (Santa Clara, 2009) era una novela para adolescentes con solo un puñado de ilustraciones en blanco y negro, El camino del monte era un álbum ilustrado con imágenes a todo color y, casi siempre, a plena página.
Lo cierto es que yo raramente doy por terminado un trabajo, sea de escritura o de ilustración. Veo la creación como un work-in-progress que con cada traducción o nueva edición relanza un ciclo. Así, para la versión francesa que publica en julio de 2023 La Lucarne des Ecrivains, no solo he pulido considerablemente el texto, sino que he retrabajado la mayor parte -y rehecho tres- de las ilustraciones, incluidas las de tapa.
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ilustración de tapa y contratapa de Le chemin de la forét La Lucarne des Ecrivains. París, 2023 ... y cuatro ilustraciones interiores sin cambios: |
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Aunque he dibujado toda mi vida, solo me planteé seriamente la necesidad de ilustrar a fines de 2005, cuando me percaté de que no me gustaba lo que veía en el catálogo de la editorial que había de publicar mi próximo libro. Comprendí, por otra parte, que los dibujos pueden expresar cosas que el texto no dice. Así que eché mano a lo que mejor conocía para el color (la témpera o gouache, que erróneamente creí la más fácil de las técnicas) y emprendí un primer proyecto (impublicable) seguido de un segundo que plugo al editor. La reproducción en blanco y negro sobre un mal papel no auguraba nada bueno... para unos originales que ya tenían sus propios defectos.
Pero así comenzó mi carrera de ilustrador.
Hontzak kontatu zidan (Desclée. Bilbao, 2006), es la traducción al euskera de mi cuaderno de cuentos ecológicos La lechuza me contó (Editorial Progreso México, 2004), versión ampliada y corregida, a su vez, de mi segundo libro publicado (De los primeros lejanos tiempos, la lechuza me contó. Editorial Oriente. Santiago de Cuba, 1987). Fue pues en esta tercera ocasión que añadí a mi prosa el producto de mis pinceles.
Por la presencia de personajes humanos y por el carácter más realista del texto, mi segundo trabajo de ilustración resultó claramente naif. Tanto por circunstancias editoriales como por exigencias de mi joven carrera de ilustrador, La canción del castillo de arena tuvo dos versiones en el mismo año: la primera en francés (febrero de 2007) y la segunda, siete meses después, que publicó en castellano y euskera la editorial A Fortiori. Fue un trabajo mucho más complejo puesto que ya no se trataba de dotar ocho cuentos de su respectiva ilustración sino de concebir un álbum ilustrado completo, donde el texto se inserta, las más de las veces, dentro de una ilustración que cubre la doble página.
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La chanson du chàteau de sable Ibis Rouge. Cayenne, febrero de 2007 |
La canción del castillo de arena A Fortiori. Bilbao, septiembre de 2007 |
edición en euskera A Fortiori, 2007 |
Inmediatamente después ilustré mi cuento "¡Quiero otro!", hasta hoy inédito en castellano. Beste bat, nahi dut! (A Fortiori. Bilbao, 2008) es un álbum ilustrado que no demuestra un gran avance en mi técnica. No obstante, me permitió confirmar que el acrílico se adecua más a mis posibilidades artísticas y al universo cromático que deseo para mis libros (albumes ilustrados o no) y, sobre todo, me dio la ocasión de explorar la posibilidad que tienen los dibujos de contar algo que no está en el texto. Sin habérmelo propuesto desde el comienzo, permití a un personaje en principio puramente decorativo vivir una aventura paralela a la del protagonista; enriqueciéndola sin pronunciar palabra. La estética se aparta levemente del realismo naif del álbum precedente, gracias a un recurso gráfico que en lo adelante utilizaré bastante sistemáticamente.
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Aunque tampoco implica un gran avance en mi capacidad técnica y expresiva, Había una vez un espantapájaros (Libros & Libros. Bogotá, 2015) destaca por ser el primer, y hasta ahora único, libro que he ilustrado para un editor sudamericano (tras un proyecto con la editorial venezolana El perro y la rana que nunca salió de imprenta). Al ser un libro para pequeños, con el uso imperativo de pictogramas, procuré sencillez, grandes espacios de color puro o completamente blancos y líneas curvas bien definidas.
Las mencionadas curvas dominan las ilustraciones interiores de la primera edición cubana de La leyenda de taita Osongo, cuyo protagonista es el mismo de El camino del monte sin que se trate de una continuación (los hechos que narra el album cubren los años, a mitad de la novela, en que nada se sabe del héroe). Tampoco esta vez el público es adolescente sino niños que solo años después habrían de descrubrir una historia, más densa y compleja, que escribí y comencé a publicar décadas antes.
La légenda de Taïta Osongo
Editions Orphie. Saint-Denis de la Réunion, 2017
Lo que sigue es una muestra de cómo construyo una ilustración. Este estudio, no incluido en libro alguno, se detiene antes de la etapa final: los colores imprecisos y su tratamiento en "modo acuarela" lo evidencian.
La ilustración es un elemento indispensable al libro infantil contemporáneo y no solo en el proceso de creación y de su lectura, sino en términos de comunicación.
De hecho, fue en el Festival del libro de Cherburgo (Francia, 2001), mucho antes de que comenzase a dibujar sistemáticamente y aún más a proponer mis ilustraciones a editor alguno, que me percaté de la atención que los visitantes de un salón o feria (niños y adultos) prestan a un autor que dibuja sus dedicatorias. El proceso creativo de una ilustración puede ser demostrado en unos minutos, algo que resulta imposible en el caso de la escritura literaria.
Dibujando la dedicatoria ilustrada de uno de mis libros en el Salón del libro de París (2007) |
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A veces ocupo una espera haciendo dibujitos... como en este restaurante parisino donde esbocé a Taita Osongo en una servilleta.
También yo tengo mis "objetos derivados". Algunos son meros ejercicios (como los imanes que adornan mi refrigerador) y otros, regalos destinados a mis amigos. Pero no falta algunos que me ha acompañado a ferias del libro y eventos similares... y terminan en manos de quienes han comprado (¡o no!) uno de mis libros. |
Yo comencé contando historias sin texto que a lo que más se parecían es a tiras cómicas. Tendría yo unos diez años cuando comencé a dibujar en el cuaderno de Matemáticas las aventuras de Super Pecho. Eran simples historias de batallas de un superhéroe bastante parecido a Superman donde las únicas letras servían para expresar los ruidos de puñetazos, explosiones, insultos o amenazas de los estereotipados personales.
No obstante, poco más de un año después escribí mi primer cuento y casi enseguida mi primera novela (inspirada a la vez por las novelas de niños detectives de Enid Blyton y por la película de Yves Robert La guerra de los botones.
Tanto aquel cuento, que perdí, como aquella novela, que conservo, estaban acompañadas de dibujos.
Así que mi carrera de ilustrador era algo que debía continuar un día...
De hecho, mi primera publicación, con 19 años, fue un dibujo humorístico incluido en el semanario Melaíto, de Santa Clara, Cuba.
Solo un mes más tarde, el mismo tabloide publicó mi primer texto (sin dibujo).